“La nueva actonomía consiste en miles de pequeñas y grandes actividades, que son cada una de ellas significativas, gestionables y sostenibles. Para esto no necesitamos un Plan General, un único portal web, ni mucho menos un Partido. Es suficiente con entender las nuevas dinámicas - y usarlas.  Crear y diseminar nuestro mensaje con todas las lógicas, medios y herramientas disponibles...” 
[La nueva actonomía, Schneider & Lovink, 2001] 


   
La ciudad contemporánea se manifiesta en el espacio de los flujos, posibilitando el surgimiento de la sociedad de redes (M.Castells). Su indisoluble relación con las nuevas tecnologías nos obliga a pensar en ella desde la visión de esta cultura digital que la caracteriza, y el urbanismo como disciplina encargada de su estudio no puede mantenerse al margen.
Esta nueva práctica urbanística, alternativa al urbanismo convencional, tiene que aprender de los modelos de relacionamiento que posibilita esta cultura digital, para concebir nuevas instancias de ciudadanía que funcionen en consonancia con las dinámicas actuales. Esto implica un estudio de los posibles vínculos, transferencias y soportes que devienen de considerar el espacio de los flujos como ámbito de acción.
La sociedad de redes convive en dicho espacio de flujos, un marco virtual no necesariamente próximo físicamente. Está a un click de cualquier cosa. Y cualquier cosa está a un click de ella.
Esta cercanía virtual conlleva a una resemantización de los espacios de encuentro. El intercambio cambia su perfil. Ya no se estila el face-to-face, ahora es el facebook y otros tantos medios que con su forma de aprovechar los flujos definen en nuevas formas de relación humana. La plaza tiene su análogo en la web; pero como analogía, se reformula muchos aspectos del modelo original que hacen de los nuevos lugares de intercambio espacios anodinos, impersonales, y hasta anónimos. Citando a Gustavo Remedi, se puede hablar del “asalto al espacio público” como el desplazamiento de espacios y prácticas espaciales que favorecen las redes sociales y el crecimiento de una esfera pública sana, y el aumento de espacios inservibles y formas hostiles que distorsiona, inhiben y obstaculizan su desarrollo.
El espacio de los flujos se sirve de las herramientas virtuales que facilitan el acceso, pero si las redes sociales solo se limitan a ese plano perderemos la ciudad como la conocemos hoy.
El reto del urbanismo es conciliar el marco físico y el virtual, promoviendo nuevas formas de interrelación y gestión. Aprovechar la cercanía virtual para llegar a los ciudadanos y hacerlos partícipes del proceso urbano, puesto que ellos serán los principales beneficiarios y quienes tengan una opinión mejor fundada de las carencias o posibilidades del marco territorial. El urbanismo debe buscar explotar su capacidad de movilizar a un colectivo para desarrollar proyectos y acciones colaborativas en pro de determinados objetivos. El ágora se ha virtualizado. El debate y la deliberación fluyen en redes digitales en forma de plataformas, pero se plasman las decisiones en el territorio, que aunque pauperizado y despersonalizado, sigue siendo el soporte de toda actividad física o virtual, ya que soporta al individuo que la practica. 
La participación ciudadana surge como motor del proceso, especialmente como acción directa en la “construcción” de la ciudad, ya que favorece la generación de un sentimiento de pertenencia y de propiedad sobre un territorio del que se participa activamente.


[inter]urbano
jimena germil/santiago terra